Gracias por la gracia: La reacción a un regalo.


Un empresario incontablemente adinerado tenía dos hijos mayores de edad. El empresario decidió regalarles a los hijos una parte de sus bienes, lo cual alcanzaba para vivir con lujos durante toda una vida sin necesidad de trabajar, pero quería que ellos valoraran tales riquezas para que no las derrocharan, así que decidió contratarlos a ambos en uno de sus hoteles como obreros ordinarios con la promesa de una buena paga.

Comenzaron a trabajar y se dieron cuenta que el trabajo era forzoso, el menor de ellos sentía que era muy difícil y quería renunciar, pero resistió a duras penas, mientras que el mayor también se cansaba pero tenía mayor resistencia. 

Pasado un tiempo, el padre los llamó y les entregó el adelanto de la herencia. Al ver el innombrable monto, el mayor comenzó a jactarse de su empeño, de todo el trabajo que había realizado, de que él lo merecía. El hermano menor, por su parte, quedó cabizbajo, asombrado, se sentía indigno de haber recibido tanto dinero, era obvio que nunca hubiera podido ganar todo ese dinero trabajando en ese cargo... 

El hermano mayor, siempre hablaba orgulloso de sus logros, les decía a todos cuanto tuvo que esforzarse para conseguir su dinero y les decía "si ustedes trabajaran tanto como yo, tendrían tanto dinero como yo". Además, exigió que lo pusieran en un alto cargo del hotel, donde tuviera más poder y ganara todo el dinero que pudiera. 

El hermano menor, agradecido con el regalo inmerecido de su padre, decidió seguir trabajando gratuitamente de obrero pero cada día con más empeño, y les contaba a todos cuán bueno había sido su padre y que él quería llegar a ser tan bondadoso como su padre

 ¿Quién crees que comprendió la gracia (bondad inmerecida) de su padre?

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Efesios 2:8-9

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